Joxemari Olarra Agiriano (euskal preso politikoa): “Corruptos, bajo el fango de la ría”

2012, 20 abendua

>> Joxemari Olarra Agiriano (euskal preso politikoa): “Corruptos, bajo el fango de la ría”. Gure Liburuak 36 zkia.pdf

✱ Debo reconocer que lo primero que me llamó la atención de la novela de Fernando Alonso fue el manuscrito. Los avatares carcelarios nos acababan de reunir en la prisión gallega de A Lama, después de demasiados años de no habernos podido encontrar personalmente aunque mantuviéramos un fluído contacto epistolar.

Me comentó que tenía bastante material literario inédito escrito durante su estancia en la cárcel de Villena, y me ofrecí gustoso a leerlo. Entonces fue que apareció en mi celda con un montón de folios escritos a mano, con correcciones que se observaban hechas con goma de borrar y un ancho margen derecho con anotaciones y comentarios. El impacto visual resultaba absolutamente anacrónico al encontrarnos en los albores del segundo decenio del siglo xxi. Pero es que las autoridades penitenciarias y sus monosabios judiciales hacía casi diez años que le habían prohibido el uso del ordenandor, por lo que llevaba todo un tiempo escribiendo a lapicero para facilitar las correcciones. Así son las cosas en las cárceles, donde no solo hay muros de hormigón para aislar a los prisioneros de la sociedad a la que pertenecen.

Si, como he dicho, el primer impacto fue el formato en el que presentaba su trabajo, la lectura del manuscrito fue introduciéndome de forma sorprendente en una serie de temas que, aunque estuvieran datados unos veinte años atrás, son de una actualidad tan candente que sus brasas aún queman cuando se lee.

Por mucho que la línea principal argumental de la novela sea la corrupción política, a lo largo de todo su desarrollo van apareciendo una serie de asuntos colaterales que, en su trenzado global, muestran un retrato muy fiel de la sociedad vasca de aquel momento –incluso de este– y de la interacción de sus diferentes agentes en el marco de nuestra Euskal Herria.

Algunas historias que recoge la novela son ficción, pero podría ponerse perfectamente la etiqueta de «basado en hechos reales», pues los intríngulis de la trama, así como la práctica totalidad de sus mecanismos de funcionamiento para perpetrar los sucios negocios a cuenta del dinero público son tan auténticos y vigentes, que incluso resultan idénticos a los de una red de corrupción municipal recientemente intervenida en Galiza.

Pueden llamar la atención algunos extremos de la acción en común entre partidos de muy diferente filiación, pero no está de más recordar que la base sobre la que se va engranando el relato son los trabajos llevados a cabo por el Equipo de Investigación de Egin, capitaneado por Pepe Rei y del que Fernando Alonso formó parte a comienzos de los años 90. Las tramas de corrupción a las que se refiere la novela fueron denunciadas en su día y algunas llegaron a los tribunales, aunque todo quedó posteriormente disuelto en la nada judicial.

Con su peculiar combinación de estilo periodístico y literario, pues no podemos olvidar que Fernando Alonso es periodista, el autor entra de lleno en temas controvertidos, algunos de los cuales dan para reflexionar profundamente por lo que suponen de instantáneas de nuestra sociedad.

El final es de los que le gustan al autor, un ámplio pórtico por el que el lector puede pasar y continuar la historia con su propia imaginación.

Nos encontramos ante el quinto libro de Fernando Alonso publicado desde que se encuentra en prisión por su militancia en ETA. Y quiero destacar en este punto el compromiso militante en el desarrollo de su tarea, lo mismo durante el tiempo en que fue periodista que, posteriormente, como escritor desde prisión. En todos sus trabajos siempre ha estado de manera sustancial la realidad de Euskal Herria en todas sus expresiones; siempre aparecen, de alguna manera, reflejos de la causa vasca.

Así sucede, por ejemplo, en su primer libro, El repartidor de sueños (Txalaparta, 2000), una colección de cuentos en las que se encuentra desde delicado romanticismo hasta refrescante ironía. El silencio del infierno (Ataramiñe, 2003) es una estremecedora novela corta sobre torturas que, me consta, ha habido personas que no han sido capaces de acabar de leer por su dureza. En 2004 publicó en Txalaparta Por qué luchamos los vascos un libro que venía a actualizar el conocido La razón vasca, de Luis Nuñez. Por último, Una flor en el juzgado (Hiru, 2009) en el que se afronta el tema de los tribunales, la incomunicación, la tortura…

A pesar de tratarse de un manuscrito hecho a lapicero, disfruté de la lectura de esta última novela de Fernando Alonso y me pareció necesaria para introducirse en las alcantarillas de la corrupción que se desarrolla a eso que podríamos decir «nivel de calle». Ahora volveré a leerla en formato libro.✱

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